ISLA DE EGUEYE
El campamento de Diakene Ouolof tiene una posición privilegiada junto a los manglares. El responsable del campamento, con un castellano correcto, es el encargado de guiar la expedición durante dos horas de ruta que dirige a la isla de Egueye. Por suerte, la vuelta es en canoa motorizada. Toca caminar con un sol de justicia, pero el paisaje de tipo tropical compensa el esfuerzo.
Por un sendero inicialmente, contemplamos plantaciones de cacahuetes y de una planta roja como es la flor de hibisco, a fin de cuentas, con múltiples propiedades y usos. El sentido de la marcha es hacia la cercana población de Diantene, en este caso de mentalidad animista. He tenido que buscar en internet el significado. Aquí nos muestra un tambor en una pequeña casa de paja, dependiendo del tipo de sonido, muy elevado, la población se prepara para una ceremonia. Puede ser una boda, un funeral o hasta una llamada cualquiera. Es la radio local.
Ahora viene la mejor parte de la matinal, refrescante. Caminamos entre la vegetación por arrozales descalzos hacia la isla. Hay que dar un importante rodeo porque la marea ha subido en algunos tramos, pero el camino es precioso entre palmeras, fromages, árboles frutales y hasta algún que otro baobab, aunque este último no es el predominante.
Después de un buen rato, ya estamos en la isla de Egueye y en una parte donde hay más agua y profundidad, es el bolong des cocodriles. Aquí habitan estos ejemplares tan ilustres aunque la visibilidad depende de la marea. Incluso aparece un local remando una rustica canoa repleta de troncos para quemar. Hay que decir que son cocodrilos pequeños y tranquilos, no son agresivos.
Ya estamos pidiendo la hora para llegar al campamente de la isla de Egueye y tomar un refresco. Una vez en el destino, en el local, recuerdo que fue una de las mejores coca-colas que he tomado en mi vida. Como en el mismo anuncio, brutal. La isla de Egueye es sin más un remanso de paz, aparecen turistas de vez en cuando para dormir o simplemente aprovechar el restaurante. Unos franceses gozaron de buenos platos locales, cangrejos, arroz con pescado, hay que saber viajar. Desde aquí existe la opción de ir a la isla de Carabane en barca o realizar múltiples actividades dependiendo del interés de cada persona. La isla de Carabane es un especial destino de la Casamance de una gran fama y reputación, muy cotizada.
El regreso en la barca a la aldea es un momento muy agradable de todo el viaje, a pesar del sol, el viento refresca y hay que dejar de pensar y fluir, es un hábitat exótico. Pura Casamance. Ya en el pueblo, ayudamos a cargar víveres a la barca que retorna al campamento y marchamos al alojamiento. Mientras tanto, unos niños están subidos a un árbol tirando al suelo la fruta para recoger. Muy amarga, no es ni mango ni fruta de la pasión.
OUSSOUYE
Por la tarde, decidimos ir en moto a Oussouye para dar un paseo por la ciudad, tomar el aire y hacer alguna que otra gestión. Pretendemos volver con el sol cayendo delante de nosotros y poca cosa más. Alquilar una moto es muy fácil y barato, todo depende de la capacidad para concertar y pactar un precio. Dos motocicletas de 125cc, con marchas pero sin embrague, muy casuales por aquí, para un par o tres horas, 5.000 fcfa. Una ganga, ¿no? gasolina incluida y a dividir entre tres.
Usui no es tampoco algo desorbitado para el viajero, hay celebraciones tradicionales diola con bastante frecuencia y es conocido el rey de Oussouye que domina el territorio. Podemos catalogar la pequeña ciudad como hasta de paso si no estamos muy conectados con el tema espiritual de los animistas. Un espacio entre la costa atlántica y la gran Ziguinchor.
Así finaliza la parte dedicada al campamento de la baja Casamance, a la mañana siguiente partimos en taxi hacia Cap Skirring, a un hotel con piscina. Es otra historia, Cap Skirring, es otra historia.
Muy bien recibidos en el campamento turístico y cultural, quién sabe si habrá una segunda ocasión, pero es un sitio para perderse varios días. Hay muchos cursos y tareas por ejercer, además, el lugar es sensacional.
