BALEARES CON BEBÉ

La isla de Mallorca es la más grande del archipiélago balear. La capital es Palma y es apodada como «La isla de la calma«. Desgraciadamente no tiene ningún tipo de esa llamada calma, contiene un turismo masivo casi a modo de invasión en los meses de puro verano. Los alemanes son prácticamente los propietarios de la isla, aunque ingleses, franceses y ciudadanos del este, mayoritariamente rusos, también colapsan la isla en gran volumen. La sensación es que es territorio español pero parece por momentos un país extranjero. A pesar de todo, Mallorca tiene todos los ingredientes para pasar unos días de vacaciones descubriendo sus encantos sin envidiar a otras islas de dominio español.

La isla mayor cuenta con más de 550 kilómetros de costa, tiene unos 100 kilómetros de norte a sur y aproximadamente 70 kilómetros de este a oeste en extensión. Es difícil situar un punto céntrico para recorrer los lugares más interesantes y frecuentados, así que, el vehículo es imprescindible para moverse en Mallorca. Otra opción es tener un barco, pero eso queda reservado para mayores presupuestos y así poder ver la isla navegando por mar. Como isla destaca el mar Mediterráneo, por tanto, alojarse en el litoral es la opción más habitual y lógica. También es posible optar por el alojamiento en zonas rurales o de interior, la oferta es muy amplia. Así que la elección del lugar de pernoctación dependerá del plan de viaje en cuanto a días de estancia junto con las pretensiones en hacer un turismo más sedentario o nómada.

En nuestro caso el alojamiento por motivos personales estaba en Calonge, un pequeño pueblo perteneciente a Santanyi y a escasos cinco kilómetros de cala d’Or. Sin ápice de dudas, un punto muy bueno de alojamiento donde se ubican las mejores playas y calas de toda la isla en conjunto. Está situada en la parte sur de la isla, en el mismo centro y a menos de una hora del aeropuerto de Mallorca como referencia. Desde esta posición, prácticamente en poco más de una hora de camino, alcanzamos todos los principales destinos turísticos de Mallorca en cualquier punto cardinal.

Qué ver en cinco días

Día 1: Calonge y Cala d’Or

Desde el aeropuerto internacional de Son San Juan hasta Calonge, hay tan sólo cincuenta kilómetros. A menos de cinco minutos en coche aparece, Cala d’Or. Es el principal destino de playa con una marina de lujo con barcos y restaurantes de categoría y calidad. Aquí es posible contratar alguna excursión navegable por mar por calas vecinas. También tiene la parte centro al más puro estilo turístico con todo preparado para el extranjero, comunmente llamado «guiri» con hoteles, apartamentos y demás parafernalias. El otro gran aliciente es la gran cantidad de pequeñas calas escalonadas entre la orografía marítima.

Al llegar por la tarde esta fue la opción de itinerario para una breve tarde. El alquiler de coche de miércoles tarde a lunes tarde, y del 27 de junio al 2 de julio, resultó de 89 €. Un Ford Fiesta de gasolina con todo incluido, es decir, sin franquicia de ningún tipo para hacer unos 650 kilómetros en total. La compañia es muy barata y muy rentable, no tiene competencia. Eso si, hay que tener en cuenta las enormes colas para recoger el vehículo y las quejas propias de los usuarios porque el sistema de entrega de vehículo es bastante mejorable. Había gente que esperó más de tres horas. Si alguno quiere información de la compañía, ¡sólo tiene que pedirla!.

Día 2: Cala Mondragó – Cala s’Amarador – Santanyi – Cala Figuera – Portocolom

Con un espectacular tiempo hay que disfrutar de la playa. Toda la jornada resultaría cómoda en distancias a recorrer mezclando un poco el mar con el interior. Iniciamos la matinal con la cala Mondragó y cala s’Amarador, en pleno Parque Natural de Mondragó. Ambas están unidas por un camino paralelo a la costa muy breve y panorámico. S’Amarador es quizás la mejor cala del viaje y es que el entorno es ideal, aquí pasamos la mañana.

El mar penetra en el litoral y hacia un lado aparece Mondragó y hacia el otro lado s’Amarador, como en forma de letra «i griega – Y». Ambas tienen aparcamiento y en nuestro caso estacionamos por cinco euros en la zona de Mondragó, a cinco minutos de la playa. Ambas calas tienen servicio de bar con bebidas, fruta fresca y hamacas. En este caso Mondragó es más habitada dado que tiene una infraestructura tipo hotel muy cerca.

Santanyi es el mayor municipio y capital de esta parte de Mallorca y de visita imprescindible. No hay que perder la oportunidad de sentarse en una terraza y ojear un poco las pequeñas tiendas locales mezclado entre turistas del centro de Europa. El casco viejo es agradable con pequeños comercios y además es bastante tranquilo en general.

Otro punto importante de litoral es cala Figuera, compuesta por dos pequeñas calas llamadas «caló», en el típico pueblo marinero de toda la vida. El entorno es también en forma de dos bifurcaciones al entrar el mar en la costa, formando el caló d’en Busques y caló d’en Boira, que se pueden recorrer a pie. Hay imágenes muy pintorescas con barcas y casas blancas con ventanas y puertas pintadas de colores vivos. Aquí hay restaurantes con buenas vistas al mar y salidas programadas para visitar la costa cercana a precios normales.

Por la tarde con menos furor de sol, para pasear y tomar algo antes de cenar, llegamos hasta Portocolom. Un pequeño puerto con una bahía estupenda con pequeños espacios de arena para bañarse. El pueblo dispone de su parte más tradicional y otra de restaurantes junto al mar. Es bastante tranquilo y frecuentado por locales, algo difícil en la isla, incluso en invierno no pierde afluencia de gente. Aquí hay un atractivo poco conocido y es una pequeño puente de roca realizado de forma natural y desde donde se ve la entrada del mar a la bahía y el faro.

Desde Santanyi a Portocolom hay unos veinte kilómetros, Calonge está en el medio como aquel que dice, y entre ese espacio hay todas las calas visitadas y muchas más.

Día 3: Playa de Muro – Alcudia – Cabo de Formentor – Pollença

Pasando por localidades como Felanitx, Manacor y Santa Margalida, alcanzamos la bahía de Alcudia, en la parte norte de la isla. Aquí aparece el Parque Natural de s’Albufera de Mallorca con la playa de Muro como estandarte principal. Es una de las playas con más prestigio de la isla dividida en sectores y con instalaciones hoteleras muy cerca de la línea de mar. Eso si, no es la parte más tranquila de costa, hay un turismo por momentos desproporcionado.

Más adelante está el puerto de Alcudia, compuesto por una gran marina con posibilidades de excursiones marítimas y de alquilar todo tipo de embarcaciones. El resto del puerto es un parque para el turista con dedicación integra hacia el extranjero y su dinero, pero de algo hay que vivir.

Por suerte la población de Alcudia, fuera del puerto, si que ostenta ser un destino principal en una villa con murallas y torreones. Un casco viejo vistoso y con rincones encantadores a modo de calles irregulares y estrechas. Hay una pequeña ruta para hacer por encima de la muralla y bonitos edificios civiles y religiosos.

Siguiendo la carretera hacia el oeste, encontramos la bahía de Pollensa con aguas bravas debido al mar abierto y excelente espacio para realizar deportes con el viento como motor. Al igual que Alcudia, Pollensa dispone del puerto y de la población interior, también visita fundamental.

Aquí mismo empieza el cabo de Formentor, que marca el límite entre la parte norte y la Sierra de Tramuntana. Consagrado como símbolo isleño, destaca por una belleza natural con playas, calas, miradores, acantilados y hasta un faro situado en el fin de la tierra. Para llegar al cabo hay que recorrer 18 kilómteros desde Pollensa por carretera delgada y revirada en un puerto de montaña con ascensos y descenso continuados. Eso si, obtendremos algunas de las mejores imágenes de todo el viaje con alguna cabra en el fondo. Y es cierto que estos animales pertenecen a la fauna del lugar y están acostumbradas a la presencia humana.

Los puntos más destacados y por orden son el mirador de Colomer, la playa de Formentor, cala Figuera y el mismo faro. Todo está muy bien señalizado e indicado así que no hay pérdida posible. Por la carretera hay diversos miradores tanto hacia un lado como otro del pedazo de tierra con enormes vistas. En los márgenes de la carretera suele haber presencia de vehículos estacionados para acceder a cala Figuera y a cala Murta, ya bien entrados en el cabo.

Los pequeños islotes en el mar cerca de la costa, también llamados «faraons», son otro placer para la vista y para las embarcaciones. En el mirador de Colomer hay una especie de bar bastante aceptable y en la playa de Formentor y en el faro, hay opciones para beber y comer algo, pero los precios son más que abusivos, son de atraco a mano armada.

La última visita del día y no menos importante, fue en la misma Pollença, con un agradable, tranquilo y fresco centro antiguo con cafés, restaurantes, bares y una heladería estupenda.

Desde una plaza abierta, en el mismo centro, 365 escalones esperan para coronar la subida conocida como «El Calvari«. También es posible ascender en vehículo por una breve carretera con grandes cruces religiosas custodiando los márgenes. Arriba espera la virgen de los Ángeles, del siglo XVIII. Ver todo Pollensa desde este punto elevado es bastante bonito y de hecho toda la visita a Pollensa pone la guinda a una jornada intensa y vibrante.

Obviamente para ver todos estos lugares es necesario invertir horas, pero a la postre quedará una de las mejores jornadas viajeras. Para volver regresamos por otro tramo diferente de carreteras pasando por Inca, Sineu, Sant Joan y de nuevo Felanitx. Así la mente está entretenida al pasar por sitios diferentes.

Día 4: Caló des Moro – Cala s’Almunia – Cala Llombards – Cala Santanyi – Cueva del Drach

Este día invertimos menos tiempo en traslados en vehículo para aprovechar el mar cerca del alojamiento. Ya por la tarde visitaríamos una de las múltiples cuevas de la isla. Así es Mallorca, hay posibilidades de todo tipo y es que en realidad la isla es de un tamaño bastante importante.

Una pequeña cala, bien famosa en la isla, bucólica y ciertamente congestionada a pesar del poco o nulo espacio de arena es el caló des Moro. Si, es una maravilla para la vista y por el entorno en que se encuentra junto acantilados y al lado de otra cala de roca llamada cala s’Almunia. Por suerte al madrugar siempre llegamos de los primeros a las playas y a los aparcamientos, es lo que tiene tener un bebé.

Esta parte de playas está bastante protegida en cuanto acceso a vehículos, el aparcamiento público es gratuito pero sin exagerar, para llegar a estas dos calas en concreto, el trayecto andando es elevado. Al ir cargado con el bebé, aparcamos en la zona privada y con riesgo de multa o de servicio de grúa al lado de la puerta de acceso a cala s’Almunia y caló des Moro. Ya en caló des Moro, vimos que hay otro camino por el que venía la gente en manada por el acantilado en plan domingueros antes de irnos. Así que hay varios senderos de acceso.

El caló des Moro prácticamente no tiene arena para echar la toalla, sólo los primeros en bajar tienen derecho a porción de arena, hay rocas y tiene una bajada un poco complicada que hicimos con el bebé en la mochila. A pesar del mar movido por fuerte viento, es una parada básica con un apetecible baño.

De vuelta al coche, accedimos a la bonita cala s’Almunia, en este caso completamente de rocas. Eso si, tiene unas casitas con barcas, un agua clara y limpia creando un espacio ideal para pasar las horas. Curiosamente no había nadie, y al marchar oleadas de personas preguntaban por la otra cala, allí ya no cabía nadie más. Yo habría dedicado más horas en esta segunda cala antes que la primera.

Los siguientes destinos para seguir con la matinal de playa, sol y viento en abundancia fueron cala Llombards y cala Santanyi. Dos pequeños arenales con servicios y aparcamiento cercano. A los lados de las calas hay caminos con escaleras y plataformas para andar y lanzarse al mar. En cala Llombards hay vistas a Es Pontás, un erosionado arco de piedra en el mar, aunque para verlo bien hay que ir a un mirador escondido.

Cala Santanyi es muy parecida, de hecho casi son gemelas, aunque esta última tiene un hotel al lado de la playa. La única diferencia importante es según la dirección del viento, el mar estará con más oleaje en un sitio u otro. Incluso ambas disponen de pequeñas casetas donde guardar las barcas creando un escenario de mar excelente. La fotografía imprescindible de portada. Hay que pasear si o si por los márgenes de las calas, no hay desperdicio para la vista. El arco no es visible desde esta cala.

Es Pontás tambien conocido como «El puentazo», es punto de escalada y el mirador está justo delante de la mole de piedra, casi a tocar de mano. Para ir al mirador hay que seguir indicaciones hacia un hotel cercano. Las vistas son importantes y a tener en cuenta desde tal ubicación. Un bonito broche para poner punto y final a la matinal de sol y bronceado.

Con el medio día echado encima, para comer decidimos parar en s’Alquería Blanca, bastante cerca de Calonge en la plaza principal.

Por la tarde fuimos hasta la localidad de Portocristo, donde están ubicadas las cuevas del Drac. La última visita del día es a las cinco de la tarde.

Sinceramente la incursión es muy bonita y sin colas. No es la primera vez que vemos unas cuevas, pero siempre hay diferencias y variaciones entre unas y otras. Hay un recorrido típico a pie donde apreciar las diferentes formaciones y pequeños lagos para finalmente llegar al gran lago Martel. Aquí realizan un concierto de música clásica ofrecido por profesionales durante unos minutos en un espectáculo muy logrado. Luego si es deseado, te pasean para cruzar el lago en barco o andando por el puente. Entre una cosa y otra el tiempo aproximado de una visita a las cuevas puede durar menos de dos horas.

Un día tampoco muy excesivo en horas de coche, todas las calas mencionadas están casi conectadas entre si y para ver las cuevas no hay más de trenta minutos circulando tranquilamente.

Día 5: Sóller – Puerto de Sóller – Deiá – Valldemosa – Palma de Mallorca

El día consistía en visitar la parte del norte más tocando al oeste en la conocida sierra de Tramontana. La primera parada en el camino es el municipio de Sóller, asentado en un valle al abrigo de las montañas con la naranja como reclamo y de producción local. Antiguamente para traspasar la montaña, o subías el collado o pasabas por el aro pagando peaje por el túnel. Hoy en día afortunadamente el paso entre la montaña es gratuito. Gracias.

Evidentemente Sóller es conocida entre otros por su línea de ferrocaril que conecta con la capital de Mallorca, en este caso Palma. El pequeño centro del municipio está copado de cafeterías y restaurantes compartiendo espacio con el edificio del banco y la iglesia. También un tranvía une la población de Sóller con el puerto de Sóller, para así acceder al mar en tan sólo veinte minutos de trayecto diferente.

Así que desde esta parte de la isla, tenemos acceso a numerosos pueblos de montaña como Fornalutx o seguir por la sierra hasta privilegiados puntos del litoral. Desde el puerto lógicamente surgen empresas navieras para realizar turismo por mar y acceder a espacios únicos en este entorno de costa.

Nos decantamos por utilizar el tranvía para llegar hasta la bonita bahía del puerto de Sóller. Una verdadera estafa es el precio abusivo del trayecto individual de siete euros por viaje. La broma es multiplicar siete por cuatro viajes. Un tranvía que factura más de 40.000 € diarios. Contando que hace 52 viajes por día y tiene hasta cuatro vagones cargados de viajeros. ¿No es posible abaratar el precio? ¿Porqué no poner un billete combinado de ida y vuelta?. Coged una calculadora y multiplicad, en un verano han ganado millones de euros limpios.

Ya de nuevo con el vehículo, empezamos a circular por el puerto de montaña camino de Deiá, una pequeña población diseminada de la sierra que se ha convertido en un destino turístico importante con bares y restaurantes en cada esquina. Todo el entorno marítimo con su cala de piedras es bastante renombrado.

Si hay también un actividad deportiva de acuerdo a las condiciones del entorno, es la bicicleta de montaña o de carretera y el senderismo. Toda la costa es abrupta y escarpada con verdaderos acantilados y pequeños accesos al mar.

El siguiente destino, ya dejando un poco de lado la costa, es Valldemosa. Una población especial y encantadora con calles empedradas y empinadas, con una limpieza y orden extremo. Su decoración con jardineras con flores es muy tradicional en Mallorca.

Además, el municipio tiene una historia y detalles importantes, muy a tener en cuenta. Todo el municipio tiene valdosas con referencia a la religiosa Santa Catalina Thomas, conocido también por «La Beateta». Alberga también una iglesia del siglo XIII y dispone de la Cartuja de Valldemosa, donde personajes ilustres como por ejemplo Chopin, pasó un invierno en tal edificio histórico acompañado de su pareja sentimental.

Así que con todos estos detalles, Valldemosa se proclama como sobresaliente en la cultura mallorquina. Incluso tiene una coca de patata de producción local que se puede acompañar con horchata de almendra. No todo es sobrasada y ensaimadas en las islas Baleares.

Como última parada o alto en el camino, seguramente la visita más decepcionante de todos los días, fue la capital, Palma de Mallorca. Aparcamos el coche en la Rambla, a escasos metros de un ascensor directo a la plaza Mayor. Seguimos un itinerario lógico en busca del mar pasando por el ayuntamiento y así hasta llegar a la gran catedral. Estábamos ya en el mismo paseo marítimo con el mar agitado y el puerto de Mallorca presente.

Retrocedimos de nuevo por otro camino para finalmente emprender de nuevo la marcha hasta Calonge en un trayecto casi en solitario por carretera.

Palma así de buenas a primeras es una ciudad muy grande. Tiene numerosos barrios y grandes avenidas. El centro principal está bastante sucio y descuidado, falto de limpieza y con mal olor. Esto no es propio de una ciudad isleña tan conocida y visitada por clientes nacionales e internacionales.

Si que es cierto que tiene una vida comercial importante y parece muy animada, pero está mal gestionada administrativamente. Una verdadera lástima poner la guinda al viaje con Palma.

Fin del viaje a Mallorca con bebé, queda claro que si se quiere se puede, no hay excusas ni cuentos chinos para viajar con el más pequeño de la casa.


MAPA DE MALLORCA