La ciudad de Kazanlak no es como ciudad un destino estimulante. Aún así, y ahí radica el interés, es el centro principal de la industria de las rosas en múltiples productos diferentes y a precios excepcionales. El valle de las rosas abarca hasta la ciudad de Karlovo en más de treinta kilómetros abarrotados de plantaciones en época de finales de primavera. Incluso hay un festival en junio con honores, una festividad con música, baile y gente vestida con trajes regionales.

Además, estamos ante el valle de los reyes tracios, con una serie de montículos funerarios en un espacio de importancia vital para esta cultura asentada en el pasado por prácticamente todo el país. La tumba tracia de Kazanlak, es patrimonio de la Humanidad, aunque el complejo original está cerrado al público y sólo es posible acceder a una réplica original, por desgracia. Pagamos la visita, pero no es lo mismo admirar algo auténtico, único que una simple copia. Una pequeña frustración viajera.

En dirección norte, hacia el paso del Shipka, tenemos una serie de lugares básicos al aire libre de carácter prioritario por conocer y sorprendentes en poco territorio, en una vuelta casi circular por la montaña de no demasiados kilómetros. El monumento de Buzludzha, el monumento a la Libertad y la iglesia Memorial de Shipka. 

Buzludzha

Más tarde, después de la intensa mañana, dirección al sur de Bulgaria para llegar hasta la segunda ciudad en importancia del país, ni más ni menos que Plovdiv. Aquí hay que tomar con paciencia la visita y saborear bien la oferta patrimonial local.


KAZANLAK

MONUMENTO BUZLUDZHA

Por estas latitudes, en las montañas de los Balcanes de Bulgaria, es bastante peculiar aunque no aparezca en las guías de viaje el monumento de Buzludzha, en forma de platillo volante o más bien conocido como «ovni». Así en resumidas cuentas, un edificio abandonado comunista con actividades políticas pasadas y con vigilancia policial para no acceder al interior, algo que hasta hace escaso tiempo, era posible efectuar. Las medidas de seguridad no deben faltar porque es peligroso por riesgo de derrumbamientos.

Ya cerca de los 1.500 metros de altitud hace frío, incluso hay escarcha en el suelo y corre un aire muy frío, hasta conviene llevar guantes. Las vistas son generosas, incluso el monumento a la Libertad en el paso Shipka es visible. Es posible llegar en vehículo hasta casi la misma puerta, otra alternativa es subir por un sendero caminando que inicia el camino al lado de las gigantes antorchas que hay en la carretera. Un «top» del recorrido por Bulgaria.

MONUMENTO A LA LIBERTAD

Tras la agradable parada, una carretera secundaria lenta, abre camino al mismo paso del Shipka, el enlace habitual para seguir hacia el norte del país y por donde estuvimos en las primeras jornadas de viaje. Desde el puerto hay que subir bastantes escalones hasta el monumento a la Libertad. Por suerte, la barrera al monumento está abierta para los vehículos, así que de nuevo es más fácil y más cómodo llegar casi a los pies del monumento motorizados, que los días empiezan a pesar en las piernas. Que vamos a decir también de las amplias vistas en un espacio dedicado a la lucha contra los otomanos por el año 1877.

IGLESIA MEMORIAL

Bajando de nuevo el puerto, ahora ya camino de nuevo del valle, paramos brevemente en la iglesia ortodoxa memorial de Shipka, ubicada al abrigo de las montañas en una pequeña pedanía. Así básicamente estamos ante un edificio de estilo ruso donde destacan las cúpulas doradas sin entrar en más detalles. Aprovechamos para relajarnos, comprar algún que otro detalle para familiares y amigos en las pequeñas tiendas de artesanía local. Quedan todavía casi dos horas en vehículo hasta alcanzar Plovdiv.

PLOVDIV – ПЛОВДИВ

Antes de situarnos, buscamos un alojamiento que a la postre es el mejor del viaje. Pocas veces he experimentado una bienvenida, recibimiento, información, sugerencias y disposición igual por parte del anfitrión. Tiene bien estudiado el tema. Encima las instalaciones son un lujo en una casa extraordinaria y típica del resurgimiento nacional en el casco antiguo. Hotel Evmolpia. Hay aparcamiento en la misma calle y para acceder a esta zona hay que recordar, que debemos pasar por una barrera donde hay un guardia de seguridad, es el único acceso posible. 

La entrada a Plovdiv, por los extrarradios, es bastante fea. Edificios a modo de bloques de hormigón, tónica habitual de las grandes ciudades del país y hasta con bastas partes industriales ocupando media ciudad. Tampoco es una sorpresa, en la misma Barcelona hay barrios semejantes.

La ciudad de Plovdiv, está dividida en dos partes principalmente. El casco antiguo, en una posición sobre tres colinas y la parte más moderna, el barrio de Kapana. Es aquí, donde vamos a investigar y pasear para dejar para el día siguiente, con luz, los elementos más distinguidos del casco antiguo.

Kapana, la gran mayoría de calles de tipo peatonal, es un hervidero de gente. Es normal, están instalados los bares, restaurantes y tiendas comerciales. Destaca por encima del resto la mezquita Dzhumaya, con un café antiguo en una esquina donde poder degustar un buen café turco, por ejemplo. Muy bien decorado y con todo tipo de dulces, como el «baklava». Del resto tampoco hay que extenderse demasiado, callejear sin rumbo fijo, para un lado y para el otro entre museos, iglesias y restos romanos.

Para comer ya ciertamente tarde, casi merienda, optamos por el restaurante Gusto. Para cenar, hay un gran variedad de buenos restaurantes, pero entre una cosa y otra, cansancio más empacho, optamos por McDonalds. Es hora de descansar.

El barrio viejo y el nuevo están unidos por un túnel donde hay una bonita pintura de un león con los colores de la bandera del país. Es el paso subterráneo para cruzar el bulevar Zar Boris III.