LA MADDALENA

Una de las zonas más conocidas y turísticas de la isla de Cerdeña es el archipiélago de la Maddalena. Un conjunto de pequeñas islas, algunas habitadas y otras deshabitadas, donde disfrutar de los placeres del mar.

El acceso a este lugar es desde la localidad de Cannigione en barco, o desde la localidad de Palau también en barco o embarcando el coche en un ferry. Desde el pueblo de Santa Teresa Gallura también es posible llegar en barco. Así que hay diversidad de opciones para alcanzar el pequeño paraíso.

Descartamos la opción de embarcar el coche dado que no queríamos meternos una kilometrada en vehículo y queríamos disfrutar de una navegación todo el día por el mar. Así que elegimos contratar una excursión con comida a bordo incluida, aunque es recomendable llevar víveres personalmente para evitar más gastos inecesarios.

Pasamos por la isla de Caprera y Santo Stefano, mirando atrás podíamos admirar la imagen de la roca del Oso, que es la piedra que origina una figura de este imponente animal situada en el mismo capo d’ Orso.

La primera parada del día, en italiano «sosta», y después de pasar la isla de la Maddalena, es en isla de Santa María. Con un día nuboso y con el mar sin resaltar para poder disfrutar del baño, iniciamos un paseo a pie hasta un faro que sinceramente es un timo. No hay nada de especial interés ni durante el recorrido ni al llegar al faro. Aburrido y es para tener a la gente entretenida en días más bien tirando a malos.

Milagrosamente apareció el sol justo en los mejores momentos del día, de cara al mediodía. Las piscinas naturales con sus diferentes tonos de color que hay formadas entre de alguna manera las islas de Santa María, Razzoli Budelli, son un bonito espectáculo natural. Incluso observamos la playa «Rosa«, situada en la isla de Budelli y que está protegida y sin acceso humano para defender el entorno.

La siguiente parada es de los momentos más recordados del viaje, una parada en la cala «Corsara» de la isla Spargi. Dos horas de tiempo libre para poder disfrutar de las cristalinas aguas y en general de todo el lugar pasando un rato estupendo.

Tras el interesante tiempo, el camino siguió hasta la isla de la Maddalena para dar un paseo por las callejuelas y tomar algo en una terraza. Está claro que es un lugar muy caro y bastante selecto.

En teoría después del tiempo libre y antes de regresar al puerto, había otro momento de parada para dar un chapuzón en el agua, pero el tiempo empeoró de nuevo y esta opción quedó anulada.

Por la tarde, antes de anochecer, pasamos por Arzachena a ver el centro de la pequeña ciudad. No dispone del encanto de otros lugares y suerte que estaban de fiestas locales. Encontramos puestos de artesanía y gastronomía típica de la región y aprovechamos para comprar algunos licores.

Para cenar regresamos a Cannigione para disfrutar de nuevo de los productos locales en el restaurante del día anterior, la pasta es algo que enamora. Ya empezábamos a familiarizarnos con el pan típico sardo de entretenimiento y del licor de Mirto como digestivo. Placeres de Italia.


Información! La visita al archipiélago de la Maddalena es obligada, ahora bien, hay que analizar bien la logística para el acceso. Arzachena es un pueblo tranquilo sin nada destacado.