El precio del billete de Barcelona a Dublín y viceversa, con la compañía irlandesa Ryanair, la del arpa, dos adultos y un niño de cuatro años, 80 €. Un súper precio para volar miércoles y sábado en horario matinal. El carrito del niño es gratis. Sólo llevamos maletas pequeñas que caben debajo de los asientos delanteros. Cada vez más contentos con esta compañía, las cosas como son y casi siempre sin ningún problema.

Hay que sumar debido a las estúpidas normas de Europa, 25 € por adulto por practicar una prueba de antígenos que debe tener un certificado, y como máximo, 48 horas antes de entrar en el país. Menudo negocio. Semanas antes solo era necesario el llamado “pasaporte covid”, otra broma, de ahí la reserva al poder viajar sin demasiadas historias. Un pasajero despistado quedó sin poder subir al avión y estaba llorando desconsolado por no haber mirado las últimas condiciones de entrada en la isla Esmeralda. Sólo voy a viajar a países que favorezcan el turismo sin demasiadas trabas, algo que parece imposible en un futuro. 

Los hoteles en la capital de Irlanda son caros. Finalmente, tras una buen ejercicio de investigación, encontramos un hotel con sólo alojamiento por 250 €, en este caso tres noches. Buen hotel y la ubicación es soberbia, extremadamente céntrico. Es muy importante un alojamiento cercano al centro en este tipo de grandes ciudades, facilita todo. Handel’s hotel, 16-18 Fishamble St, Temple Bar, Dublín. Recomendado. 

Para los traslados del aeropuerto de Dublín al centro de la ciudad, que son poco más de diez kilómetros, hay varias opciones. En la ida optamos por coger un autobús, el número 782 que sale de ambas terminales y los billetes se compran al salir del vestíbulo. Realiza varias paradas en el centro y tiene un precio de 9 € por adulto el trayecto, algo más barato el billete al comprar el regreso. Para la vuelta, elegimos la alternativa del taxi, en este caso cobra el tipo 22 €. Así que de buenas a primeras, parece más cómodo y barato el taxi si somos varias personas. El transporte público es caro, muy fomentado en todo el mundo, pero es un robo en cualquier ciudad.  

DUBLÍN


Temple Bar, Ha’Penny bridge, St Michan’s y destilería Jameson.


Durante el primer día, algo cansados lógicamente, iniciamos el paseo por el barrio Temple Bar, todo un distrito repleto de bares, restaurantes y donde los típicos pubs irlandeses son de renombre y fama. Calles estrechas y adoquinadas conforman el distrito más conocido y turístico de la capital. Aquí la oferta cultural y de ocio nocturno es amplia, la pinta de cerveza de la marca Guinness y el café irlandés están a la orden del día y a precios elevados a cualquier hora del día. 

La historia del barrio está ligada aparentemente a un tipo, Sir William Temple, que compra los terrenos por el año 1.600. Hay varias historias y teorías sobre el nombre del barrio, pero la más utilizada es la relacionada con este señor. En la actualidad, los límites de Temple Bar son el río Liffey, Dame street, el puente O’Connell y la catedral de Christ church.

Essex street es la calle principal que es paralela al río Liffey, el río de la vida. Aquí están congregados los pubs más turísticos, que no son quizás los más bonitos, ni longevos ni históricos. The Temple Bar, en el cruce con Temple Ln street, es mítico y frecuentado por turistas y locales, aunque según el guía del free tour, es visitado más bien por personas de otros países como Inglaterra o Escocia, los irlandeses prefieren otros sitios mejores y más baratos. No tengo ni idea si es verdad. Ahora bien, sea como sea, este pub hay que conocerlo y tomar algo dentro. Está muy animado y el color rojo del exterior es mítico. Un pub legendario. Pinta de Guinness a 6,9 €. Muy fotografiado. No sé cuantas veces hemos pasado por delante, pero un montón.


Información! Como dato curioso y para nombrar los distritos de la capital, del río Liffey al norte, los barrios son números impares, y por el sur del río de la vida, son números pares. Tampoco se han matado demasiado. El idioma oficial de Irlanda es el inglés, aunque hay un 7% de la población, algunos optimistas aseguran que es el 10%, que habla irlandés, un idioma raro.

Cruzamos sobre el río Liffey desde el mismo barrio por el puente más emblemático de la ciudad, coloquialmente apodado como Ha’Peeny bridge. Un puente de tipo peatonal, originalmente nombrado Wellington bridge y oficialmente llamado Liffey bridge. Los peatones al cruzar el puente debían pagar medio penique para poder hacer uso de esta construcción para poder cambiar de ribera. Por tal actividad mantiene este peculiar nombre y en la actualidad es gratis desde el año 1919, nada más faltaría. Según estadísticas, 30.000 personas utilizan el puente a diario y tiene forma de medio penique, la imaginación que no decaiga.

Por esta zona de la capital, estamos cerca del edificio del Four Courts, la sede de los principales tribunales del país, es el eje de la justicia. El camino marcado tiene dos principales paradas, primero la iglesia de St Michan’s, sobria en general y dónde destacan un órgano y la cripta. Observamos el cementerio que rodea la iglesia que está sobre cimientos de origen vikingo. Una leve parada y nada más.

Muy cerca, en Bow street, aparece la antigua destilería de whisky de la marca Jameson. En la actualidad es un museo aunque es posible visitar gratis la entrada donde hay una tienda y un bar. No somos expertos ni interesados en este alcohol, así que simplemente admiramos un poco la antigua fábrica y seguimos el camino hacia el hotel. Al lado de la destilería hay una torre a la que es posible subir para obtener vistas aéreas de la ciudad. Hay escaleras y ascensor, pero no está en nuestra agenda. Esta parte de Dublín es simple, normal, como en cada ciudad.

Por la noche, en solitario, paseo por el Temple Bar para ver en perspectiva la vida nocturna del popular barrio, callejeo de arriba a abajo, por todas las calles, cruzando puentes incluso para ver el barrio desde otra perspectiva. Genial, aunque empiezan a surgir personajes de la noche borrachos, algo muy habitual en estas zonas de Dublín. Son inofensivos, suelen pedir algo de dinero y ya está, algo de precaución y listo. Decido tomar mi pinta de cerveza Guinness en The Temple Bar, una buen experiencia. La musica es buena, la gente canta y el local está a reventar, por cierto, la gente muy bien vestida. La Guinness es simplemente Dublín, Dublín es la Guinness. Bueno, con el permiso del arpa y del travieso duende verde, el Leprechaun.


La primera impresión de la ciudad de Dublín es bastante floja, ya deduzco que no será una ciudad que cause una relación de amor entre nosotros. Con el paso de los días, esa impresión se ha reafirmado. Armar el itinerario fue una tarea bastante sencilla, a veces es un verdadero quebradero de cabeza con otras ciudades, así que ya imaginaba que estaba ante una ciudad sencilla. Por tanto, las expectativas eran más bien bajas, y al final del viaje volvemos con una sensación más bien decepcionante del viaje en general. La ciudad también es cara, un simple café expresso 3 €, así que con estos precios imaginad cualquier comida o cena por simple que sea. Además, la comida rápida es un arte en Dublín y personalmente es algo socorrido en algunas ocasiones en los viajes, no algo habitual. Definitivamente la cultura a la inglesa no llama la atención.

Por el contrario, debo decir que es una ciudad con un centro bastante pequeño, cómoda de recorrer a pie y pasear por la ciudad es agradable compartiendo la vida con los locales y observando cualquier detalle. Algo es algo. Encima es totalmente llana, no hay casi cuestas, así que es muy fácil caminar y caminar. Es lo que hay.